Antes de comenzar, quiero pedirle disculpas a dos personas muy importantes en mi vida. Primero a Dios y luego a mi madre. Siendo mis únicos dos lectores, les fallé el jueves pasado. Disculpen. Fue una semanita intensa y, entre cosas importantes como la pelea de Bryant Myers y Ovi, y el por fin de Molusco en la casita de la Residencia, se me fue el fin de semana con tanto entretenimiento.
Mentira. La verdad es que estuve preparándome para la maroma de ver a quienes considero de las mejores cosas que le han podido pasar a Puerto Rico en los últimos… ¿30 años?
Una breve explicación
Como muchos saben, cuando me fui de Puerto Rico después del huracán María, me fui cansado de ver al puertorriqueño hacerse daño. En ocasiones anteriores he comentado que fue una noticia que leí "scrolleando" en Facebook: habían amordazado a un anciano de 70 y pico de años para robarle un generador eléctrico en un pueblito de la montaña.
Luego de vivir lo que estábamos viviendo me dije: "¿Cómo puede ser posible que no hayamos aprendido la lección?". Esa misma noche compré el pasaje, sin consultarlo con nadie. Me quité.
Lo primero que me dije: "Para Orlando no me voy", pues ya sabemos que es otro pueblo de la isla. Sin que me quede nada por dentro pensé: "Necesito un break de los boricuas bestiales". El punto es que me mudé con un primo y terminé rodeado de haitianos. Tranquilos, no tengo nada malo que decir de ellos. Aprendí que el racismo no se trataba solo de blancos a negros, sino que estos cabrones tampoco quieren a los de piel cremita como yo.
Por razones de la vida y del trabajo, terminé en Fort Myers, un pueblo pequeño pero en desarrollo al suroeste de la Florida. Me mudé sin familia, sin amigos y sin saber un carajo de la ciudad. Hasta ahora no puedo decir que es el lugar donde siempre quisiera estar, pero la vida me ha llevado a quedarme aquí estos últimos casi cuatro años.
Hago esta narración porque no fue hasta el sábado pasado que me di cuenta lo importante que es estar cerca de los de uno. A pesar de que somos una plaga que está en cada esquina de Estados Unidos, la mayoría de eventos de artistas puertorriqueños se hacen en Orlando o cerca de la barriada Kissimmee. Fort Myers queda a 2 horas y 50 de Orlando, sin tráfico. Al principio está chévere ir y venir, pero luego de los 30 años no se siente igual.
La travesía
Este pasado sábado 13 de septiembre, los muchachos de Siempre es Lunes celebraron los 7 años de su maravilloso podcast y yo necesitaba estar ahí.
Primero, porque todos saben que mi influencia a la hora de escribir viene del papá de los pollitos, el señor Alexis Zárraga, y con la apnea del sueño que me está acabando me dije: “Yo necesito tener una foto con ese cabrón antes que me muera”.
Compra de boletos: done. Convencer a la doña para que se quedara con la niña (ya que es un show para adultos): done. Luego pensé: "Ya que estamos mayorcitos, no sería conveniente virar para atrás el mismo día". Alquiler de hotel: done. Alquilar carro… bueno, me chocaron los dos carros el mismo día, (otro día les cuento): done. Pedir el día en el trabajo: “debe ser un quitao”, me dije. Fucked, no pude pedirlo.
Pero aquí nacimos para resolver. Salgo a la 1:00 p.m., subimos con calmita por ahí, me dije. El clusterfuck: cliente a último minuto, me atrasa todo, salgo corriendo, llego a casa, monto las cosas y arranco. Me desprogramó el viaje ya que tenía en mente chinchorrear en barras gringas de mala muerte.
Ah, se me olvidó contarles que la señora que comparte la casa conmigo se invitó sola y por lo tanto la nena va. Finalmente, llegamos al hotel a eso de las 5:30 p.m. Ellas hicieron planes de ir a comer. Me dije: "No debería ser un problema".
Entre cuchicheo y la tardanza de la cocina del restaurante el cual no voy a mencionar (porque no pienso volver), se fueron las horas volando. Miro el reloj, salgo del restaurante a las 8:00 p.m., el show comenzaba a las 8:30 p.m. El GPS dice que llego a las 8:26 p.m. El show es por orden de llegada. ¡Me cago en el perro de Realengo!
Llego y me doy cuenta que el local es en Old Town Orlando. ¡Puñeta! No hay parking. Luego veo que el hotel estaba a 4 minutos del local. No hay problema. Salgo del tapón desesperado, me estaciono en el hotel. Cruzo una avenida bastante peligrosa. Camino, corro. Mis muslos se acalambran porque estoy más fuera de condición que lo que aparenta George.
Voy a cruzar para el local y de momento: ¡Un desfile de carros antiguos! ¡No me dejan cruzar! Tengo que dar la vuelta por el otro cabrón lado hasta el final de la carretera hasta que uno de los vehículos me deja cruzar. La verdad fue que me metí a cojón. El tipo me mira mal. Ya con eso sé que es de Bayamón. Eso y porque tenía un casquillo como amuleto guindado del retrovisor del carro.
Finalmente, llego a Sun on the Beach. Entro. Le digo al de la entrada: compré VIP. El cabrón me manda a sentarme por mi propia cuenta. Claro, como no tengo tetas ni culo, que me joda. Anyway, ya lo que quiero es sentarme. Encuentro una silla random y terminé en medio de dos gordos. Todo esto y adivinen que: ¡Todavía no habían comenzado los cabrones! Claramente se me olvidó que es un show a horario puertorriqueño.
El Espectáculo
Espero haber descrito en el párrafo anterior lo mejor posible. Si se cansaron de leerlo, imagínense lo que me cansé cuando lo viví.
Ya sentado, fatigado y entre dos gordos, hacen sus respectivas llamadas. Finalmente, comienza el show. Los panelistas del podcast van entrando mientras el organizador menciona sus nombres. El lugar se quería caer.
Para la sorpresa de mucha gente -no la mía-, el sitio estaba repleto. Había una barra accesible y bastante rápida. Mientras me fui a comprar un trago, observaba a mi alrededor: había tanto en común. La nostalgia comenzó a calar el alma. Todos éramos treintones, las barrigas predominaban y estamos perdiendo el pelo por aquí y por allá.
Los muchachos comenzaron haciendo un recuento de los 7 años y con ello los momentos más memorables. Entre otras palabras, los cricales en los que Alexis Zárraga los metía una y otra vez. Una proyector en pantalla gigante presentaba imágenes, videos y las bocinas resonaban algunas grabaciones.
Dentro del transcurso se abrieron diferentes sketches dándole variedad de contenido a la presentación. No solo fue escuchar a cinco personas hablando sobre lo que sucedió en la semana como suele ser el concepto del podcast. Se nota que hubo semanas de ensayo y eso demuestra un respeto al público de parte de ellos.
Desde Marisol llevando la batuta, George con un stand up breve, Alexis con un video pregrabado, el Come trayendo personajes y Meli con su buen canto, complementaron para que el show no fuera aburrido en ningún momento. Yo al menos perdí la noción del tiempo. No recuerdo ni cuando empezaron ni terminaron; solo sé que a las 8:30 p.m. no fue, cabrones.
Desenlace
Para no "spoilear" el show a esos que no pagaron, se los resumo: el show estuvo cabrón.
Creo que es el comienzo de algo grande. No debería terminar aquí. Hay mucho potencial para explotar y talento de sobra. Mi única sugerencia poco seria es que incluyan un cuido para los que tenemos hijos, para así poder disfrutarlo en plenitud y que Alexis Sebastían me regale un libro, porque no se lo voy a comprar.
Y si algo me quedó claro esa noche es que, por más que uno huya o se mude, estar con los de uno tiene un poder especial. Entre risas, nostalgia y un par de tragos, Los 7 de Siempre es Lunes me recordaron que seguimos siendo esa isla chiquita pero cabrona, aunque estemos a millas de distancia.
Al final de todo lo que nos separa, hay algo que nos unirá como pueblo siempre:
El amor por los pezones prietos.
Unos me apodan el "Luis Lloréns de la Nueva"; otros me conocen por mi amor a la chuleta frita.
Omar González

Columna anterior.
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